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Turbas enardecidas a lo largo de la historia: multitudes que cambiaron el mundo

A lo largo de la historia, las turbas enardecidas han sido protagonistas de momentos de profundo cambio social, político y cultural. Estas multitudes impulsadas por la emoción colectiva —ira, desesperación, justicia o incluso fanatismo— surgen como respuesta inmediata a una tensión acumulada. Desde las revueltas campesinas de la Europa medieval, como la Rebelión de los campesinos de 1381 en Inglaterra, hasta los disturbios populares durante la Revolución Francesa, las turbas no solo han sido vistas como manifestaciones de caos, sino también como expresiones genuinas de hartazgo frente a sistemas opresivos. En muchos casos, su irrupción fue la chispa que forzó a los poderosos a escuchar aquello que durante años se había ignorado.

Uno de los primeros registros emblemáticos de una turba enardecida proviene de la antigua Roma, cuando en el año 49 a.C. una multitud furiosa exigió a Julio César que regresara desde la Galia, desafiando al Senado y quebrando las normas de la República. Años más tarde, en Constantinopla, la revuelta de Nika en el año 532 reunió a miles de personas en el hipódromo para protestar contra el emperador Justiniano I, y terminó con la ciudad incendiada y más de 30.000 muertos. Estas primeras turbas no eran simples conglomerados sin rumbo: eran cuerpos sociales con demandas, identidades comunes y, muchas veces, un deseo ardiente de reconfigurar el orden establecido. Su energía, a menudo incontrolable, marcó el pulso de épocas enteras.

Bosquejo de Turbas Enardecidas en la Edad Media

En tiempos más modernos, las turbas enardecidas no perdieron su protagonismo, sino que se transformaron con las nuevas tensiones sociales. En 1789, al inicio de la Revolución Francesa, una multitud mayoritariamente compuesta por mujeres marchó hacia Versalles, exigiendo pan y justicia. Este episodio marcó un punto de no retorno en la lucha contra la monarquía absolutista. Del mismo modo, en 1871, la Comuna de París fue el resultado de una ciudad harta del poder centralizado y la represión: ciudadanos armados tomaron el control de la capital durante dos meses, proclamando un gobierno popular que fue brutalmente reprimido. Estas turbas no eran meros estallidos emocionales: estaban cargadas de organización espontánea, ideología y conciencia de clase.

Ya en el siglo XX y XXI, las turbas enardecidas adoptaron nuevas formas, muchas veces mediadas por la tecnología y los medios de comunicación. El Mayo del 68 en Francia, las protestas masivas del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, o más recientemente, el estallido del «Arab Spring» en 2010, muestran cómo el enojo colectivo sigue siendo una fuerza vital para el cambio. Aunque muchas veces son señaladas como desordenadas o peligrosas, estas multitudes encarnan una verdad incómoda: cuando las estructuras no escuchan, la calle ruge. Y en ese rugido, se escriben las páginas más intensas de la historia.